La Enseñanza de F. M. Alexander

Conferencia de Marjorie Barlow en 1965.

Estas lecturas anuales comenzaron como conmemoración a F.M. Alexander. Ya pasó una década desde su muerte, el 10 de octubre de 1955, así que éste es quizás un buen momento para rever el conocimiento que nos dejó, y recalcar ciertos aspectos de su enseñanza que corren riesgo de ser olvidados, y en ultima instancia perdidos, a medida que los beneficios psicofísicos de su trabajo se hacen cada vez más conocidos.

Una institución, dijo Emerson, es la expansión de la sombra de un hombre; nosotros, en esta sociedad, somos la sombra expandida de Alexander. Esta lectura invita a que, mientras la sombra crece, tengamos cuidado de no perder la sustancia.

Hay que recordar que para discutir o analizar cualquier cosa, la naturaleza del lenguaje nos obliga a hablar de manera fragmentada. El ser humano viviente es un todo, una unidad. Funciona bien o mal como un todo, y sus experiencias de vida son íntegras y simultáneas de una manera inexpresable en palabras. Los aspectos físicos y mentales son en realidad uno, pero deben ser separados para poder discutirlos.

Desde hace 30 años, al menos, la importancia del mecanismo corporal ha sido ampliamente reconocida. Sin embargo, Alexander descubrió que el problema de la postura era mucho más fundamental de lo que se pensaba. No usó la palabra postura porque era un concepto demasiado limitado para la naturaleza de sus descubrimientos, que mostraban que una mala “postura”, o como él prefería llamar: mal “uso de sí mismo”, era el resultado final de procesos incorrectos mucho más profundos, que involucraban a la persona en su totalidad.

Uno de los significados de “uso de sí mismo” es la manera en que las diferentes partes del cuerpo se relacionan las unas con las otras, viviendo, moviendo y poseyendo nuestro ser. “Postura” implica posiciones fijas, y buenas y malas maneras de sentarse, pararse y etc., y un entrenamiento postural se basa en la inadecuada asunción de que una mala postura puede ser alterada de manera satisfactoria desde “afuera”, “haciendo” algo distinto.

Para empezar por el lado oscuro de la moneda, Alexander descubrió que vivimos en casi completa ignorancia de la manera en que usamos nuestro cuerpo; que la mayoría de la gente distorsiona la forma y desequilibra el funcionamiento del organismo como totalidad, con mala coordinación, sobre- tensión muscular y “mal uso” de ciertas partes del cuerpo en relación con otras.

El cuerpo es un instrumento; el instrumento a través del cual vivimos y que es capaz de finas y sutiles percepciones. El profesor A. N. Whitehead escribió en su libro The romantic reaction”: “La unidad del campo perceptivo debe ser una unidad de experiencia corporal. Tu percepción sucede ahí donde estás, y es completamente dependiente de cómo tu cuerpo esta funcionando”. Este instrumento ha sido dañado y distorsionado con poca consideración, hasta que Alexander empezó a enseñar. Está entorpeciéndose, volviéndose pesado e incapaz de tener un comportamiento sensible, a causa de la tensión excesiva y el ruido interno resultante al que está sujeto, lo que hace imposible llegar a un estado de paz mental.

La forma que adquiere este “mal uso”, conlleva el mismo patrón general en todas las personas. Invariablemente, los músculos del cuello están contraídos de más, perdiendo así la libertad en la relación de la cabeza con la columna. Esto trae aún más contracción en algunos de los músculos del tronco y pérdida del tono necesario en otros de los músculos que soportan el cuerpo. El resultado es la exageración de las curvas naturales de la columna y una presión dañina entre cada vértebra y en las articulaciones, acompañado con el trabajo excesivo de las extremidades que altera su relación con el tronco.

En pocas palabras, el trabajo de soportar el cuerpo está mal distribuido, la forma del cuerpo distorsionada e importantes funciones como la respiración, circulación sanguínea y digestión trabajan de  manera insuficiente y bajo mucha presión.

Otra manera de decirlo es que el equivocado principio general con el cual hacemos uso de nosotros mismos es que cada parte  del cuerpo está siendo contraída hacia la articulación más cercana, comenzando con la contracción de la cabeza hacia el tronco, como si cada uno de nosotros intentara ocupar la menor cantidad de espacio posible.

Esta inconsciente manera de “mal-usar” nuestro cuerpo produce estados de malestar, inhabilidad, disconfort y enfermedad que desconcierta al doctor ordinario, y para los cuales no hay otra solución más que un cambio radical en la manera en que esa persona se esta usando a sí misma.

Por suerte, durante los últimos 15 años, en Inglaterra, la investigación médica y las publicaciones científicas dieron como resultado un gran incremento en el número de doctores y psiquiatras que acuden a un profesor de Técnica Alexander para pedir ayuda con pacientes que sufren de los efectos de un mal uso.

Para entender la diferencia entre los métodos usuales de entrenamiento postural y la enseñanza de Alexander, hay que recapitular otra vez su historia, reexaminar sus orígenes y ver como llegó él al conocimiento que hizo posible una mirada completamente nueva al problema de cómo manejarnos a nosotros mismos de la manera menos perjudicial.

Alexander se vio obligado a investigar por una incapacidad que estaba interfiriendo con su trabajo de actor y recitador. El problema se presentaba como una dificultad específica –la afonía recurrente de su voz- pero le llevó a descubrir que una debilidad aparentemente aislada no podía ser superada sin recurrir a un cambio total de todo su ser, y el intento por cambiar algo al nivel exterior de lo visible  -la manera usual de tratar de corregir un problema-  era completamente inútil.

Aquí estaba entonces Alexander, un recitador exitoso, apasionado por Shakespeare y con una firme determinación por convertirse en un gran actor shakesperiano, viendo como todas sus ambiciones se caían a pedazos porque su voz no respondía a las exigencias necesarias. Decidió buscar ayuda médica.

Después de varios intentos fallidos de remedios que sólo funcionaban mientras dejaba de usar su voz, se dio cuenta de lo que fue la primer gran genialidad de una larga lista. Entendió que él mismo podía ser la causa de su problema, y que podía estar lastimando sus órganos vocales de una manera que le era, hasta el momento, desconocida. Mirando hacia atrás desde donde estamos ahora, este primer paso en una nueva línea de pensamiento sobresale claramente como la llave a lo que luego siguió, y muestra la capacidad de Alexander de razonar con originalidad sin dar las cosas por sentado. Esta cualidad se había hecho evidente desde que era un chico. Se dice que era una gran molestia en la escuela, porque no dejaba de cuestionar todo lo que le enseñaban, preguntándole a los profesores como sabían ellos que la información que transmitían era así como ellos decían. No hace falta decir cuantas personas con el mismo problema que Alexander en la voz, abandonaron sus carreras como recitadores, actores o cantantes porque aceptaron sin dudar que, si no funcionaba el tratamiento medico, no había otra solución posible.

Alexander se hizo entonces responsable de su problema.

Para poder observar qué era lo que hacía mientras usaba su voz, practicó hablar frente a espejos. Observando con paciencia, encontró con el tiempo que había tres cosas que sucedían cada vez que hablaba. Había una tendencia a empujar la cabeza hacia atrás, deprimir la laringe y tragar aire por la boca. Junto a estas interferencias también tendía a llevar el pecho hacia arriba y a acortar la totalidad del cuerpo.

Después de mucha experimentación se dio cuenta de que si era capaz de prevenir el empuje hacia atrás de la cabeza, el resto de los agarres e interferencias desaparecían.

Este fue su segundo mayor descubrimiento: la interferencia del libre porte (“free poise”) o suspensión en equilibrio de la cabeza, trae interferencias con el resto del cuerpo aun cuando éste está en buenas condiciones.

A esta dominación de la cabeza en la jerarquía del cuerpo la llamó más tarde CONTROL PRIMARIO, en parte por ser el primer factor con el cual hay que lidiar en el proceso de deshacer los nudos de un mal uso, ya que condiciona las formas en que este mal uso repercute en el resto del cuerpo.

El control primario es la relación entre la cabeza, el cuello y la espalda. Es control primario del uso del cuerpo, más allá de si el uso es bueno o malo.

Habiendo descubierto qué era lo que le estaba causando sus problemas con la voz, Alexander empezó a tratar de corregir estos fallos de la manera más evidente. Intentó “hacer” lo contrario. Sin embargo, mientras más se esforzaba en hacer lo correcto, más se enredaba. Descubrió que no podía dejar sus malos hábitos “intentando” dejarlos y terminó por darse cuenta de que no tenía que “hacer” algo diferente sino que tenía que “parar” con lo que ya estaba haciendo.

Este es el siguiente principio importante en su enseñanza que da vuelta por completo todas las nociones previas de cómo se corrige algo que está mal que es, por lo general, “haciendo” algo para ponerlo bien.

El nuevo principio es que si algo está mal, debemos encontrar qué es y dejar de hacerlo. Es la única manera de dejar de darse la cabeza contra la pared.

La comprensión de este principio es primordial en cualquier intento por cambiar el mal uso, y es otra de las diferencias básicas entre su enseñanza y cualquier otro método. También nos provee de alguna manera una explicación útil de la técnica. Se puede formular así respondiéndole a alguien sobre qué es lo que hacemos: Enseñamos a la gente a darse cuenta de la contracción y tensión innecesarias que hacen en cada una de sus acciones, para que no continúen “mal-usándose” de esta manera. En otras palabras, le damos a nuestros alumnos la posibilidad de liberarse de la jaula de sobre-tensión en la que están encerrados, para que el libre y natural uso del cuerpo pueda aparecer. No estamos enseñándole a la gente qué hacer bien, sino cómo parar con lo que hacen mal.

Volviendo a Alexander frente a los espejos. El había llegado ahora a una encrucijada. Sabía lo que estaba haciendo mal y sabía que no podía “hacer” nada para que esté bien. Ya había agotado todas las posibilidades de alterar “desde afuera” lo que estaba pasando.

El paso siguiente era empezar el viaje hacia adentro, hacia el lugar central en él, donde realmente se encontraba el problema.

A lo largo del camino de dio cuenta de que no podía confiar en sus sensaciones, es decir, en el sentido kinestésico* que le decía cuanta tensión muscular estaba usando. Descubrió que lo que veía  que pasaba en el espejo, no correspondía para nada con lo que él sentía que pasaba.

Hasta este momento nadie había cuestionado la confiabilidad de esta guía defectuosa que todos usamos para juzgar lo que pasa en el cuerpo –cuánta tensión estamos utilizando- y dónde está cada parte del cuerpo en relación con las otras y con la totalidad.

El sentido kinestésico funciona, en parte, a través de los husos musculares (muscle-spindles*) y desde receptores en las articulaciones. Los husos musculares son pequeños  mecanismos cuya función es llevar información de los músculos a los centros superiores del cerebro, sobre el estado en el que se encuentran los músculos y recibir la respuesta del cerebro que dice qué deberían hacer ellos en consecuencia. Sin embargo, si hay demasiada tensión en los músculos, llega un momento en que esta retroalimentación entre  cerebro y  músculo deja de funcionar y dejamos de “sentir” lo que realmente estamos haciendo. Esta es la explicación científica de lo que Alexander llamo “faulty sensory appreciation”: “apreciación sensorial defectuosa”, y es la principal razón de nuestra ignorancia sobre lo que hacemos con nosotros mismos. Es por eso que los métodos ordinarios de “poner las cosas en su lugar”, o “hacer las cosas bien”, que no consideran la sensación defectuosa, tienden a fracasar.

* Kinestesia – quinestesia – cinestesia: s.f. Sentido mediante el cual se perciben los movimientos musculares, el peso y la posición de los miembros del cuerpo.

Alexander no pudo cambiar nada “haciendo”. No podía confiar en sus sensaciones.

Se dio cuenta de que había sobreestimado la fuerza del hábito. Lo que observaba en el espejo era el resultado final de patrones internos desordenados muy metidos en el sistema nervioso y estos patrones internos de impulsos, comunicados a través del sistema nervioso a los músculos que actúan sobre la estructura ósea y las articulaciones del cuerpo, operaban  permanentemente, aunque él estuviera quieto, sentado, hablando o en movimiento. De hecho, estos patrones internos eran EL, en el grado en que su cuerpo era la manifestación externa de los mismos.

El siguiente paso fue dado cuando Alexander se dio cuenta de que el único lugar donde podía tener algún control sobre estos patrones habituales incorrectos era en el momento en que le venía la idea de hablar o de moverse. El momento en que, cualesquiera que fuese su estado de mal uso, éste empeoraba al entrar en acción.

Había alcanzado el único lugar y el único momento donde el cambio podía empezar, o donde podía tener algún control sobre los patrones habituales de mal uso que estaban dominando todo lo que intentaba hacer. Este lugar, o momento, era el instante en que el estímulo de ponerse en actividad llegaba a su conciencia. Normalmente, cuando un estímulo llega, reaccionamos de la única manera posible. La respuesta se produce sin pensamiento, sin ningún conocimiento de lo que

*Muscle spindle: huso muscular(Fisiología)

Pequeño fascículo de fibras musculares poco diferenciadas; cada una de sus fibras recibe una fibra nerviosa sensitiva, que se enrolla en la parte central. Se trata de un receptor que se estimula cuando el músculo (en el cual se hallan incluidos los husos) se estira. Se despierta así un reflejo miotático (v.). En los extremos de las fibras intrafusales terminan sendas fibras motoras (procedentes de las neuronas de asta anterior de la médula). Al producir su estímulo la contracción de los dos vientres de las fibras intrafusales, en su porción central, tiene lugar un estiramiento, lo que estimula la fibra anuloespiral y el subsiguiente reflejo miostático.

estamos poniendo en juego. La reacción es la respuesta inmediata de todo el ser, de acuerdo con los patrones

habituales de movimiento que hemos desarrollado desde nuestros primeros años. No tenemos elección en esto, no podemos comportarnos de otra manera. Somos esclavos de estos patrones no reconocidos, con tanta determinación como si fuéramos autómatas.

Cuando Alexander alcanzó el entendimiento de esta parte del problema, encontró la llave a todo cambio. Entendió finalmente de qué manera debía trabajar.

Lo hemos entonces seguido en su proceso desde la manifestación externa del mal uso, que es la interferencia con el funcionamiento normal de todo su cuerpo, razón de su falla vocal, al punto más interno en donde podía parar esta interferencia. Revirtamos ahora el camino y acompañémoslo en su proceso de vuelta al exterior.

Tenía que hacer posible una pausa o un espacio entre el estímulo y la respuesta. Decidió hacer esto diciéndole “no” o inhibiendo la respuesta inmediata. Esta fue la piedra fundamental sobre la que fueron hechos el resto de sus descubrimientos, y a través de la cual los cambios futuros se hicieron posibles. La palabra inhibición en este sentido significa no permitir la reacción automática. No significa “supresión” de la manera en que es utilizado en psicoanálisis.

Habiendo ya prevenido la repetición de viejos patrones inconscientes de manera efectiva, y detenido la máquina en perpetua marcha en la que se había convertido, Alexander puso su cerebro en acción al mandar instrucciones verbales concientes a las partes del cuerpo que no había sido capaz de controlar en el pasado.

El primer resultado de esta forma de trabajar fue la prevención del mal uso de la cabeza, cuello y tronco. Tuvo que conformarse por un tiempo con darse un estimulo, negarse a responderlo, y mandar los mensajes conscientes, o direcciones, sin todavía llevar a cabo ningún movimiento. Este es el estado preparatorio, lo que uno podría llamar el trazado de vías a lo largo de las cuales el tren puede eventualmente viajar.

Con el tiempo, logró continuar con las nuevas direcciones también durante el movimiento.

Eventualmente, los viejos patrones internos incorrectos o malignos fueron reemplazados por los nuevos dando como resultado un funcionamiento del cuerpo coordinado y libre de problemas.

De esta manera, Alexander le dio un nuevo uso a una facultad que todos tenemos y que usamos en la vida cotidiana. Esta facultad es la inteligencia, o el poder del cerebro para determinar y dirigir lo que queremos hacer. Recurrió a este poder para el manejo y control del uso de su cuerpo, para que estuviera en su totalidad “informado con pensamiento”.

Examinemos ahora en detalle la serie de nuevas órdenes o mensajes que estaba usando.

El primero y más importante corte con los viejos patrones llegaba, como ya vimos, cuando decía “no” a la reacción habitual.

Después le ordenaba a los músculos del cuello que se soltaran. Los músculos del cuello son la única parte del cuerpo que puede ejercer una tracción directa sobre la cabeza, que será empujada atrás o abajo o a los lados según cuál sea el grupo de músculos que esté tenso de más. Ningún cambio en el porte y el equilibrio de la cabeza puede suceder mientras se mantenga el agarre del cuello. Los pequeños músculos sub occipitales entre la base del cráneo y las primeras vértebras de la columna, axis y atlas, no pueden ejercer su función de mantener el equilibrio delicado de la cabeza.

La orden siguiente era dirigir la cabeza hacia adelante y arriba; no “ponerla”, sino dirigirla. La siguiente era a la espalda para que se alargara y ensanchara.

Alexander nos explicaba que esto era lo más cerca que podía llegar en palabras a lo que realmente quería conseguir. Estas simples formulaciones verbales están pensadas para reconciliar dos tendencias en oposición y asegurar el equilibrio de fuerzas en la atracción muscular antagónica del cuerpo. Hay armonía cuando todo está haciendo su trabajo, manteniendo la estabilidad sin interferir, y hay calma sin fijación.

Demasiado adelante la cabeza y perdemos la tendencia a ir hacia arriba; demasiado arriba y la cabeza se va a ir hacia atrás. “Déjala sola nomás

Demasiado esfuerzo en alargar la espalda y se achica a los lados; demasiado ensanchamiento y perdemos el largo, cayendo hacia abajo.

La totalidad del proceso se “auto chequea”.

Espero que esto deje claro porqué no se pueden “hacer” las direcciones. Su primera función es preventiva. Los patrones internos malignos son el “hacer” que debemos detener.

Me temo que he insistido mucho en esta historia, tan familiar para varios en esta audiencia. Toda entera está en el libro de Alexander “The use of the self”, pero les advertí que iba a reexaminar los orígenes. Era necesario hacer esto para que lo siguiente tenga sentido, en especial para nuestros invitados que quizá no conocen su trabajo.

Después de haber resuelto la técnica poniéndola en práctica para restaurar su propia coordinación normal, Alexander se sorprendió al darse cuenta de que las malas maneras de usarse que tuvo que superar en él mismo estaban presentes, en diferentes grados, en el resto de la gente.

Es curioso cómo hasta no darse cuenta de su propio “mal uso”, no pudo notar el “mal uso” de los demás.

Ahora tenía que encontrar una manera de enseñarle a los otros lo que había descubierto. Ésta era una tarea considerable que implicaba no solo explicaciones verbales sino, también, aprender la habilidad especial y sutil en el uso de las manos para poder trabajar con otras personas.

Más tarde cruzó otra frontera al empezar a formar alumnos que querían aprender a enseñar la técnica. Esta es una tarea diferente otra vez: trabajo en grupo en lugar de trabajo individual.

Es importante recordar que estamos todos en la misma situación que Alexander. El encontró la dirección (“way”), y la técnica para poder seguir esa dirección. Nosotros tenemos la ventaja enorme de la ayuda práctica de un profesor, pero la verdadera importancia y valor de la técnica es que aprendamos a trabajar con nosotros mismos.

Alexander solía decir: “Todos tienen que hacer el verdadero trabajo por sí mismos. El profesor puede mostrar el camino, pero no puede meterse dentro del cerebro del alumno y controlar sus reacciones por él. Cada uno debe aplicar la técnica por si mismo.”

Aprender este trabajo es como aprender cualquier otra cosa. Hacemos uso de las mismas facultades y necesitamos la misma paciencia y perseverancia como en cualquier otro tipo de aprendizaje.

Hasta ahora exploramos el trabajo de Alexander en su aplicación a nuestros hábitos musculares defectuosos (“faulty muscular habits”) y al mal uso del cuerpo en general, y vimos como construir un buen uso estable que esté bajo nuestro control. Examinemos entonces algunas de las aplicaciones de los principios de la técnica a otras esferas de nuestra experiencia, a ver si podemos vislumbrar alguna parte de la visión que  lo inspiró a él durante toda su vida.

Alexander entendió, como quizá nadie lo había hecho antes, que aquí estaba la posibilidad de una calidad de vida diferente, que podía ayudarnos a resolver muchas de las dificultades que nos generamos a nosotros mismos por falta de conciencia y control.

Él era muy modesto sobre su responsabilidad en los descubrimientos, y solía decir: “Si yo no hubiese descubierto el trabajo, algún otro pobre diablo hubiera tenido que pasar por todo esto, porque la necesidad de tenerlo es enorme”. Esta actitud es probablemente común entre la gente creativa. Una vez que el poema está escrito, la música compuesta, la pintura terminada o el descubrimiento científico hecho, la creación asume su propia vida y su creador siente cierto desapego hacia ella.

La técnica Alexander va a funcionar donde sea que se aplique. No es magia, pero hace su trabajo en el punto de aplicación. Cuán profundamente se aplique, depende de los objetivos y deseos de la persona en cuestión. […] Estamos todos vinculados a la prisión del hábito. Tenemos hábitos de pensamiento -opiniones fijas no examinadas- y prejuicios que determinan nuestro comportamiento sin que nos demos cuenta. También somos víctimas de reacciones emocionales. Estas son fuerzas de manejo muy poderosas. […]

La forma favorita de Alexander de describir su trabajo era: “una manera de controlar la reacción humana”.

Debajo de esta esfera básica se puede incluir todo tipo de reacción ciega e inconsciente, y llegamos así a toda la cuestión del Auto Conocimiento.

Los malos hábitos musculares del mal uso sólo nos perjudican a nosotros mismos; hábitos inconscientes de pensamiento y emoción nos perjudican a nosotros mismos y a otra gente, porque determinan nuestras reacciones hacia todos los demás. Se podría decir que usamos a la gente para practicar en ellos nuestros hábitos inconscientes.

El sufrimiento y el malentendido más grande que podemos experimentar es muchas veces en este campo de las relaciones personales. Por supuesto, estos estados emocionales internos están reflejados en la manera en que nos usamos a nosotros mismos –estados de furia, ansiedad y miedo- para tomar los ejemplos más obvios- están a la vista de todos en las inconfundibles actitudes corporales. Esto también es verdad en otras condiciones internas quizás más sutiles, como la depresión, la preocupación o la desesperanza.

De alguna manera, los constantes y profundos patrones de reacción son más evidentes para el resto de la gente que para uno mismo. A veces pienso que hay un irónico sentido del humor merodeando escondido en el fondo del universo permitiendo este estado tragicómico, donde ciertas características de una persona son vistas y conocidas por todo el mundo, menos por la persona en cuestión.

Hay algo conocido como “el estado del mundo”. En cualquier momento de la historia de la vida de un hombre hay problemas terribles de mayor amplitud, conocidos como «el estado del mundo”

[…] Un individuo puede hacer poco sobre “el estado del mundo” en general. En una escala más pequeña, cerca del hogar, está el problema de los otros. La mayor parte del tiempo, simplemente no se comportan como pensamos que deberían hacerlo. Otras veces, hay poca cosa que podamos hacer al respecto, y sin embargo perdemos una cantidad enorme de energía tratando de cambiarlos…

Entonces, ¿dónde podemos influir en algo?

Hombres sabios nos dijeron varias veces a lo largo de la historia, que el caos en el mundo es sólo el reflejo del caos dentro nuestro. Alexander enseñó que hay un campo fundamental de trabajo para cada uno de nosotros -trabajemos sobre nosotros mismo para iluminar un poco mas nuestros hábitos inconcientes- trabajemos para usar de manera más constante el único lugar de libertad que tenemos, el momento en que un estímulo llega a nosotros, así aumentamos el numero de veces en que elegimos nuestras reacciones, en lugar de ser llevados a reaccionar por el hábito, como siempre lo hemos hecho en el pasado. Para eso, tenemos que estar ahí, presentes y concientes, en el momento crucial, para inhibir antes de reaccionar.

No tenemos ninguna libertad en las decisiones sobre el estado del mundo, tenemos un control  muy limitado sobre los acontecimientos que nos suceden, pero podemos desarrollar un control sobre la manera en que reaccionamos ante estos acontecimientos. La libertad en nuestro ambiente y en relación a las reacciones de los demás, también es limitada, pero podemos ejercer cierto control sobre nuestro ambiente más cercano: nosotros mismos.

Alexander solía retarnos por intentar siempre cambiar y controlar las cosas grandes en lugar de cambiar las pequeñas cosas que estaban a nuestro alcance. El dicho de Delfos “conócete a ti mismo” lo resume todo.

A través de las eras vemos como todos los grandes maestros de la humanidad han intentado hacerle entender a la gente este punto, que el cambio sólo se puede dar en lo individual. Sabemos que las ideas fundamentales siempre empezaron con una persona y se expandieron lenta y gradualmente a medida que más y más individuos recibían y entendían el nuevo conocimiento.

La visión que tuvo Alexander  sobre la posibilidad de una evolución individual en el desarrollo de la consciencia era la razón principal de su trabajo. Es este aspecto de su enseñanza lo que lo pone a él dentro de la tradición de los grandes maestros de la humanidad.

Es este aspecto de su enseñanza el que podría perderse con facilidad. No es una suposición poco razonable, que muchos de los maestros cuyas enseñanzas han llegado hasta nosotros, también le dieron a las personas de su época, técnicas prácticas para poder llevar a cabo tales enseñanzas. Si así fue, la mayor parte de ellas han sido perdidas y olvidadas, y nos quedamos únicamente con reportes y escritos que, por lo general, hoy tienen poco significado para nosotros. Es interesante, hablando de esto, que un alumno mío, un doctor, una vez comentó que Alexander había redescubierto el secreto del Zen para nuestra época.

Otro aspecto de enseñanza tradicional que vale la pena mencionar es la necesidad de vivir en el presente. Es un tema recurrente en los maravillosos escritos místicos. El Ahora es todo lo que tenemos. No podemos inhibir la semana siguiente, “dirigirnos”  mañana, o controlar nuestras reacciones 5 minutos mas tarde. Todo esto debe hacerse ahora. El hecho de que nos cueste tanto ESTAR en el presente, y lidiar con los requisitos del momento presente de la manera mas apropiada, digo esto de una manera casi fantasiosa, se ve reflejado en la manera en la que nos paramos. ¿Como podemos ESTAR presentes y correctos, si nuestras cabezas están yendo hacia atrás en el pasado, nuestros cuerpos apurándose hacia delante en el futuro y sólo nuestros pies están anclados –demasiado- en el ACA y AHORA?

Ustedes pueden decir: “No seamos tan pesimistas al respecto” y, por supuesto, estarían bastante en lo cierto. A nada se llega con pesimismo y pesadez. Como uno de nuestros alumnos decía: “Si hay una fuerza de gravedad, debe haber también una fuerza de liviandad” (“levity”)

Muchas veces, durante nuestro entrenamiento, Alexander venía al cuarto de los alumnos, miraba a todas las caras serias preparándose con diligencia para su clase y nos despachaba a todos a dar una vuelta manzana diciendo: “ésta no es la manera de trabajar, tengamos un poquito de alegría y liviandad”.

Una de las cosas más entrañables de él era su capacidad para disfrutar y su negativa a ponerse serio por cosas que no importaban realmente. Le gustaban en particular las bromas sobre él y solía decirlas con gran placer. Sabía lo que significaba “Disfrútate” (“enjoy yourself”).

En 1946, mi marido y yo fuimos de vacaciones a Bretaña con Alexander y un amigo sudafricano con unos gustos más bien refinados. Estábamos casi al final de nuestra estadía, esperando con ansiedad la llegada de unos cheques de viajero pertenecientes al sudafricano. No llegaban, y mientras tanto, seguimos con la fiesta gastando el dinero en efectivo que teníamos. El último día los cheques no habían llegado y teníamos que pagar una cuenta de hotel de 1600 francos entre todos. Después de debatir, decidimos que lo único por hacer era enviarlo a Alexander al Casino con la esperanza de recuperar nuestro dinero. Fuimos todos, y nos paramos detrás de su silla mientras el, con una gran calma y serenidad, se dedicó muy lentamente a perder cada centavo que nos quedaba. Como él mismo dijo en otro contexto “No se puede cambiar el curso de la naturaleza, ante todo, (“primarily”) coordinándote a ti mismo.”

Todo terminó bien, ya que Alexander se había hecho unos amigos franceses en el hotel, que accedieron a prestarnos dinero hasta que pudiéramos encontrar un banco en la ciudad más cercana.

Pero para volver a su enseñanza: ésta es, como todas las cosas importantes, invisible y frágil, en su centro y corazón, quiero decir. [..] Me acuerdo de una observación de Bernard

Shaw: “Alexander llama al mundo a atestiguar un cambio tan pequeño y tan sutil que sólo el puede ver”.

La enseñanza de Alexander existe, nace de nuevo, sólo cuando alguien la usa. De esta manera es como la música: vive cuando alguien la toca.

Alexander solía decirnos que escribió sus libros para asegurarse de que quedara un registro de su trabajo aunque su enseñanza muriera. Su esperanza era que si eso ocurría, alguien pudiera eventualmente cruzarse con sus escritos y reconstruyera la parte práctica. Sé que estos libros  han sido muchas veces criticados. Siempre fue así. No son fáciles de leer y, seguramente, tampoco fueron fáciles de escribir. Pero ahí están las propias palabras de Alexander, cómo resolvió el problema y qué creía que significaban sus descubrimientos.

Bacon decía “Algunos libros son para ser probados, otros para ser tragados, y unos pocos para ser masticados y digeridos”. Sugiero que los libros de Alexander sean una lectura obligatoria para cualquiera que considere su enseñanza seriamente.

Es acusado de ser incomprensible. Quiero citar un pedazo del libro de Merleau Ponty, “The Phenomenology of Perception”(La fenomenología de la percepción), recientemente traducido: “la excitación está aprovechada y reorganizada para hacerla parecer a la percepción que esta a punto de causar”. Fin de la cita.

“The excitation is seized upon and re-organized to make it resemble the perception which is about to cause”

No pretendo saber qué es lo que el autor quiso decir, pero estoy segura de que es algo importante. Quizás hubiera valido la pena estudiar su libro, saberlo. Lo mismo para los libros de Alexander: requieren estudio y mucha aplicación, y si se los damos, cosecharemos su oro.

Antes de la guerra tuve un alumno que tuvo que irse con el servicio de la armada a la India. Había tenido una cierta cantidad de clases antes de partir con su unidad. Dos o más años después volvió a Londres para una nueva serie de clases. Lo felicité por el cambio que había hecho él mismo durante ese tiempo. “Si”, dijo, “Estuve trabajando duro. Hubo una cosa que me sirvió mas que nada. Guardé siempre los libros de Alexander junto a mi cama, y leía un capítulo cada noche.”

Al día siguiente le conté esta historia a Alexander en la escuela. Estuvo silencioso por un buen tiempo y después dijo pensativamente: “Si, y yo sería un mejor hombre si hiciera lo mismo.”

Estos son, entonces, los dos aspectos de las enseñanzas de Alexander. Primero, como medio para permitirle a las leyes naturales del organismo trabajar sin interferencias, una manera de devolvernos el derecho innato de un buen uso que, de chicos, todos tenemos. Alexander decía: “Cuando un investigador se acerque a la técnica, se dará cuenta de que cada pequeña cosa que hacemos en este trabajo es exactamente lo que pasa en la naturaleza, cuando las condiciones son buenas. La diferencia es que nosotros aprendemos a hacerlo de manera consciente.”

Idealmente, el profesor tiene que ser un artesano en el uso de sus manos, un científico en su adhesión a los principios que están sujetos a “verificación operacional”, y un artista transmitiendo su conocimiento a otros.

La responsabilidad del profesor para que el trabajo continúe existiendo es mucha, especialmente si entrena a otros profesores, para asegurar que ninguno de los elementos esenciales de la enseñanza se pierdan.

En el segundo aspecto –la aplicación del trabajo a esferas más profundas de nuestra experiencia- la división entre profesor y alumno desaparece.

No hay límites en el trabajo con uno mismo, y acá estamos todos en el mismo barco.

Cuando Alexander tenía 80 años me dijo: “nunca dejé de trabajar conmigo mismo, no me atrevo”. El sabía que el único límite para este tipo de desarrollo es el que nos imponemos a nosotros mismos.

Continuó enseñando cinco días a la semana hasta el fin. A los 86, habiéndose negado a tomar cualquier tipo de droga que le impidiera eso,  logró la rara distinción de estar presente en su propia muerte.

Esta noche lo hemos recordado, pero la conmemoración que más lo alegraría es que hagamos su trabajo.

 

Traducción: Violeta Winograd

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